martes, noviembre 04, 2008

Ch'ulel

Cuenta la dama tseltal, aquella que con palabras del corazón narra historias que acontecieron en aquellos tiempos de la conquista. Fue así como sucedió, cuando aquellos hombres de piel blanca y bello por toda la cara llegaron cerca de la aldea.

Buenos días aventura, gritaba aquella persona mientras arriaban las velas, era una mañana soleada del mes de febrero y como los otros tantos hombres que venían con él, por fin iba a hacerse de una pequeña fortuna y a conocer mundo. Él formaba parte de una tripulación de unos 500 hombres y la empresa que Cortés había financiado con su propio dinero para ir en busca de títulos, de honor y de El Dorado.

Y precisamente, en el instante en que la noche bostezaba y el pálido sol de la mañana desayunaba con los primeros olores del día, ante los ojos de aquellos hombres, una inmensidad de colores asomaron como surgidos de un cuento y jamás habían visto tal diversidad de aves y plantas incluso de arena de aquella playa, pareciera que hubiera sido tamizada por una mano sobrenatural.

Pedro de Alcázar me narró lo que vivió en aquella experiencia, yo le conté de que nosotros creíamos que caballo y jinete eran un sólo ser y que sus navíos eran montañas flotantes. Entonces él me dijo que sólo eran un grupo de insensatos guerreros ávidos de oro y aventuras y que él comenzaba a ser consciente de las atrocidades que harían por conseguir lo que buscaban. Torturarían, matarían, esclavizarían, todo por nuestra tierra y bajo la insuficiente excusa de cristianizar a alguien que no lo necesita. Era la orgía del poder, el banquete de los cristianos, era... La conquista.

Alma....

Para ser la menor de cinco hermanos Alma ya poseía una gran sabiduría y una gran responsabilidad, desde pequeñita había desarrollado la capacidad de hablar con los árboles y de leer los mensajes que las nubes le mandaban , se sentía en perfecta comunión con la naturaleza a la cual le llamaba hermana...